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De Gnomos y otras ausencias
por Ángela Molina

DESCUBRIR EL ARTE Nº75, abril 2005


Gerhard Richter pudo haber pasado de puntillas por la obra de la artista sueca, nacida en Estocolmo en 1965, pero preferiríamos algo menos familiar y más cinematográfico, algo que pudiera reconciliar las desconcertantes antinomias de lo sobrenatural y lo natural, al mismo tiempo. Leo Wellmar pinta al óleo pasajes inhóspitos, en ellos no hay presencia humana y, sin embargo, la "cultura" está viva: una silla que espera en la penumbra más allá de una puerta entreabierta, una casa en la lejanía vigilada por dos álamos, un tiovivo sin personajes secundarios, o es arquitectura de perfil nórdico titulada More tan White, un cuadro que nos revela algo de la melancolía de su autora. La imagen anuncia la parte superior de una casa que asoma entre un fondo parduzco-en otros cuadros el mismo motivo se repite sobre negro y blanco- y en ella reverbera más de lo que todavía está por decir que lo representado. Sin dejar de ser una pintora de paisajes, de vegetación evanescente, superficies acuáticas a punto de solidificarse, y ese esfumato que los convierte en deseados por apetitos maravillosamente ordinarios, Wellmar ahonda en los sentimientos de la pérdida y el abandono. Las suyas son estampas de un paraíso de fantasmagorías, gnomos y otros seres que, como en los personajes de Ibsen, no sabemos quién es completamente humano y quien está herido por los demonios del norte.

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