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Nostalgia grisácea de Wellmar
por Manuel Caballero

DIARIO DE CADIZ, 19 de septiembre de 2004


Leo Wellmar, artífice del figurativismo actual, plasma en su exposición "More than White" paisajes vacios que atestiguan una visión personal del mundo.

"More than White", es decir "Más que blanco", es el título de esta exposición. Su autora la joven y bella Leo Wellmar, es ya conocida por el espectador gaditano a través de las repetidas ocasiones en las que mostrara sus obras en la Galería de Carmen de la Calle. Además una de sus pinturas forma parte de la colección Arte Contemporáneo de la Diputación Provincial.

La obra de Wellmar (Estocolmo, 1968), se inscribe dentro de las diversas opciones del figurativismo actual, siendo su tema principal y diríamos absorbente la configuración del paisaje como plasmación de un determinado estado anímico, siguiendo en este aspecto, la tradición del "paisaje psicológico" del Romanticismo.

Esos paisajes se resuelven empleando solo una gama de grises, conseguidos sutilmente con las mezclas de ese matiz terroso de la sombra natural y los azules de Prusia a los que añade gran cantidad de blanco, empleando ocasionalmente y como contrapunto un rojo cadmio apagado. Las gradaciones de color así obtenidas las trabaja en el lienzo con numerosos fundidos, evitando toda acumulación matérica así como las huellas de la pincelada.

El resultado son unos países brumosos de extraordinaria profundidad en los que va repitiendo, como sub-temas la oposición entre agua y tierra/vegetación.

En efecto, gusta la autora de dividir el soporte pictórico en dos mitades de análogas dimensiones, colocando en la inferior una tranquila superficie acuática en la que se refleja el neblinoso mundo de lo terreno, bosques y colinas que exhalan una melancolía contenida. Paisajes callados y vacíos de los que podemos extraer varias consideraciones; unas en la relación a la personalidad de la autora, tal como en otras ocasiones hemos señalado, otras, relacionando esas Naturalezas ensimismadas, y por oposición, al vacuo, banal (que no "vacío" en el sentido arriba mencionada), vociferante, autocomplaciente y degenerado "arte oficial" de nuestros atribulados días. Otro elemento que aparece en los cuadros de esta exposición es la casa. Bien sea de cabaña de madera rojiza o vivienda de aire decimonónico, aparecen impregnadas del mismo sentimiento de soledad y ausencia que campea en los paisajes. Y con esas dos palabras: "soledad y ausencia" nos parece llegar, eso creemos, al concepto medular y generativo de toda la obra de nuestra autora, patente incluso en el pequeño díptico formado por "Dar vueltas, subir y bajar" y "Silencio". Bajo un frío celaje, por única vez azulado y en lo que pudiera ser un impersonal paseo junto al mar en los días invernales en los que nadie lo concurre, en el primero vemos un "deshabitado" tío-vivo que centra la composición, cobrando el aspecto de una gran escultura expuesta al viento y la lluvia que se presienten. En el segundo, el mismo escenario se encuentra desprovisto del tío-vivo-escultura...

Aparición y desaparición que aluden dramáticamente a "lo que está y ya no está". Aún más, ambas escenas poseen el misterio y la extrañeza de los lugares habitados solo durante una parte del año, esos lugares que, por ejemplo, solo se viven en verano y a los que el mal tiempo puebla de ecos y nostalgia. Pero si volvemos de nuevo a la composición del díptico, podemos apreciar algunas innovaciones respecto a los paisajes citados antes. Ahora el horizonte se coloca a un tercio del margen inferior, ganando en aire los dos tercios superiores y haciéndose, por ello, la composición más equilibrada.

Análoga medida, poco más de un tercio, que utiliza también sabiamente para romper los horizontales, como, en el caso de "Silencio", en el que una casi imperceptible línea blanca, mástil o farola, aparece cerca del margen derecho de la pintura. Tal vez una queda llamada de atención que dirigiera nuestra mirada al infinito.

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